De niña aprendió muchas cosas. Aprendió a caminar, a hablar y también los colores.
Le enseñaron a leer y también a escribir. Aprendió a hacer trenzas y a pintarse las uñas. Pero sobre todo, aprendió que estar delgada era un valor fundamental para estar bien valorada. Esto último nunca nadie se lo dijo directamente, pero ella lo aprendió observando y escuchando.
Su madre era de las que no cenaba tras una gran comida en familia. Y al parecer, muchas otras personas tampoco lo hacían. O al menos decían aquello de:
”Hoy no ceno.”
Lo aprendió cuando su tía le decía a su primo eso de:
”¡Qué guapo estás! Estás más delgadito.”
Y entonces una gran sonrisa se dibujaba en la cara de su primo.
También lo pudo ver cuando su prima mayor se quedaba horas y horas sentada en la toalla sin levantarse y cuando no le quedaba más remedio, se colocaba un pareo que cubría buena parte de su cuerpo.
De vez en cuando escuchaba un ruido de fondo, era su madre y compañía hablando sobre ella:
”¡Qué cuerpazo tiene! Ojalá no le cambie”, ”Luego en la adolescencia ensanchamos….” ”¡Y ya nos terminamos de estropear tras la maternidad!”
Con los años, también lo vio en los cuerpos estilizados de los protagonistas de sus películas y series favoritas, en los cantantes que tanto le gustaban y en los influencers que tanto seguía. Y sin darse cuenta, la sombra del miedo y el rechazo le acechaba cuando ella misma era la que debía levantarse de la toalla.
Cuando aprendió matemáticas nunca se imaginó que los números cobrarían tanta importancia en su día a día: En las calorías de cada alimento, en el peso o en la talla del pantalón. Y así poco a poco, se fue alejando de sí misma para ir acercándose a un canon de belleza imposible de compatibilizar con una buena autoestima. Y mientras los demás le sonreían y le decían lo guapa que estaba,ella iba rechazando cada vez más al fantasma del espejo. Un fantasma que solo desaparecerá el día que aprenda algo que no le enseñaron de niña.
Y es que ningún espejo debería decirle quién es la más guapa del reino porque la belleza no debería depender de los demás, sino de ella misma. 
Fuente: Mi psicóloga Infantil
